La elección de un nuevo Papa lleva a reformas en la Iglesia ¿pero cuáles?

Los medios de comunicación del sistema están insistiendo sobre las reformas que el nuevo Papa debe hacer en la Iglesia, pero con categorías de análisis que se alejan de la lógica católica. Los cambios posibles deben ser pensados a partir de la misión de la iglesia de convertir al mundo y deben evaluarse en términos de adecuación con la verdad del evangelio y la tradición doctrinal. E lo contrario, la Iglesia dejaría de seguir a Cristo.

La elección del nuevo Papa que dirija la barca de Pedro genera siempre demandas de reformas en la Iglesia, en eso están todos de acuerdo, pero el problema es cuales son los cambios a realizar.

No son los mismos cambios que propone el teólogo Hans Kung, en el extremo liberal del catolicismo, que las ideas acerca de la reforma de la Iglesia católica que tiene Bernard Fellay, el obispo cismático y líder de los lefebvristas que pretenden el inmovilismo.

Pero, ¿Cuáles pueden ser los elementos de una auténtica reforma católica? ¿Existen criterios que nos ayuden a entender lo que es verdadero de lo falso?

LA INTRUSIÓN DEL MUNDO EXTERNO
Es clara la avalancha de recomendaciones que desde fuera de la Iglesia se hacen para “acomodarla al mundo moderno”.

En un reciente artículo, Vittorio Messori habla específicamente sobre la incomprensión de los medios de comunicación del sistema sobre los cambios que debería hacer el nuevo Papa, y advierte sobre los análisis que no comprenden la lógica de la Iglesia:

“Muchos de estos presuntos análisis son vaniloquios que hacen reír: según un inextirpable vicio, se aplican categorías impropias para interpretar una realidad totalmente diversa. Es la deformación obsesiva, podríamos decir maníaca, de quien pretende interpretar la realidad religiosa utilizando también las habituales categorías políticas, las aburridas y gastadas (y, en este caso, totalmente engañosas) distinciones entre derecha—izquierda, conservadores—progresistas, tradicionalistas—modernistas, dialogantes—integristas”.

Y la base de la incomprensión es una lectura sesgada del Concilio Vaticano II:

“Benedicto XVI, ha recordado que al pueblo, incluido el católico, no le han llegado los documentos auténticos, sino sus interpretaciones tendenciosas realizadas por periodistas, opinadores, escritores, cuando no especialistas y expertos clericales partidarios de «facciones».

Aunque también es irreal pensar que no hubo colaboración interna:

Pero es injusto jugar al victimismo habitual, como si la deformación del Concilio hubiera sido obra de algún complot externo: en realidad (el mismo Ratzinger lo ha recordado a menudo) buena parte del desastre, diría que el más pernicioso, ha sido llevado a cabo por hombres de Iglesia. Al mundo entero y al propio Pueblo de Dios no le llegó el impulso religioso de los Padres, el fervor por el apostolado, su mirada hacia el Evangelio de siempre y de hoy; más bien al contrario, le llegó la lectura «política» oscura, angosta y sectaria”. 

HACIA DONDE DEBE APUNTAR UNA REFORMA ECLESIAL
Por lo tanto es necesario tener claro cuáles son los cambios que se pueden realizar dentro de la Iglesia y cuáles no, desde una mirada de fidelidad con los evangelios y la tradición de los padres de la Iglesia.

Cristo el Señor dio “forma” a su Iglesia y tiene una constitución que es la voluntad de Cristo, que se manifiesta a través de la obra del Espíritu Santo en la formación de la Iglesia a lo largo de la historia.

Así que toda reforma verdaderamente católica deber estar en referencia a la recuperación de un elemento de la “forma” de la Iglesia que se ha perdido, o una extensión de esa “forma” en un nuevo terreno (aunque siempre en continuidad esencial con la “forma” originaria).

EL EJEMPLO DEL CONCILIO VATICANO II
A veces, el proceso de reforma en la Iglesia trabaja en ambas direcciones.

Pensando sólo en los aspectos positivos del Concilio Vaticano II, por ejemplo, la Iglesia recuperó un elemento de su constitución “forma” que se había vuelto un poco perdida en el siglo, la idea de una distinción clara entre la autoridad religiosa y política, que se remonta al propio Jesús Señor distinción entre lo que es de Dios y de las cosas que son del César.

Al mismo tiempo, el catolicismo extendió su pensamiento sobre la Iglesia y el mundo moderno, en respuesta a la dinámica de las nuevas necesidades, como por ejemplo el cambio del lenguaje en las misas.

El resultado de este doble proceso de recuperación (retomar cosas del pasado) y la extensión (movimiento adelante), fue algo que aportó la enseñanza del Vaticano II.

WEIGEL PROPONE DOS CRITERIOS
En Catolicismo Evangélico la reforma profunda en la Iglesia del siglo 21, sugiere dos criterios que permitan distinguir la verdadera reforma de la falsa en la Iglesia: el criterio de la verdad  y el  criterio de la misión.

El criterio de la verdad nos dice que la reforma católica auténtica siempre debe basarse en las verdades que la Iglesia conoce a través de la Escritura y la Tradición, ya que esas verdades han sido expuestas por maestros autorizados de la Iglesia, los obispos en comunión con el Obispo de Roma. Si se propone una “reforma” que contradice una verdad de la fe católica, no puede ser una reforma auténticamente católica.

El criterio de la verdad es el mismo Cristo, por él se declaró el camino, la  verdad y la vida, y es siempre la medida de la auténtica reforma católica.

Luego está el criterio de la misión. Todo verdadera reforma católica es impulsada y orientada por la misión. Toda reforma auténticamente católica contribuye a la misión de la Iglesia, que es la proclamación del Evangelio para la salvación del mundo. La misión, en otras palabras, es nada menos que el cumplimiento de la gran comisión:

“Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28,19)

QUÉ PUEDE SER CAMBIADO
Lo que puede ser cambiado en la Iglesia debe ser cambiado, si la eficacia de la misión lo exige.

Lo que no se puede cambiar en la Iglesia, porque es de la forma constitucional de la Iglesia (como el episcopado y el sacerdocio), debe ser purificado y reformado para que pueda hacer su propia contribución a la misión.

QUÉ NO PUEDE SER CAMBIADO
La Reforma Católica no es la deconstrucción, o sea reformas que descartan las verdades de la fe, como estamos viendo en las reformas que están haciendo otros grupos de cristianos.

Pero tampoco la reforma católica auténtica es el retorno a un pasado imaginario, perfecto, replicando exactamente las formas del primer cristianismo.

Fuentes: Vittorio Messori, George Weigel, Signos de estos Tiempos