Mártir japonés, de la Tercera Orden († 1597). Canonizado por Pío IX el 8 de junio de 1862.
Nacido en el reino japonés de Ovari, convertido al cristianismo por san León Karasuma. Ingresó a la Tercera Orden y desarrolló gran parte de su actividad apostólica en la región de Meaco, colaborando activamente con los hermanos Menores en la difusión del cristianismo y en la asistencia a los enfermos en calidad de enfermero. Sometía su cuerpo a severísimas penitencias.
El edicto de condena a la crucifixión de los religiosos y sus discípulos fue conocido en todas partes. Las florecientes cristiandades japonesas dieron ejemplos admirables de fortaleza dignos de los primeros tiempos de la Iglesia. Los cristianos, felices pensando en dar la vida por Cristo, se preparaban trajes de fiesta para el gran día del martirio, dispuestos todos a profesar su propia fe y a sellarla con su sangre. Tanto en Meaco como en Osaka los cristianos hacían fuerza para ser incorporados a la lista de los condenados para confesar la fe. Pablo, como los demás, sufrió las vejaciones que les infligieron por el largo camino de un mes, hasta Nagasaki. En los últimos momentos de su vida demostró notable valor, invitando a los presentes a hacerse cristianos, y dirigió palabras de perdón a sus verdugos, con lo cual produjo una gran impresión. Luego se dirigió al lugar de la crucifixión rezando las palabras del salmo: «En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu».
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