Su vida joven lleva el sello de los caminos misteriosos de Dios. Bautizado muy niño, pierde a su madre a los pocos años; viene una madrastra pagana y Ventura es confiado a un monasterio de bonzos. Un día descubre que está bautizado, busca y en el convento franciscano de Kioto, su ciudad natal, encuentra la paz del alma. Pidiendo por la perseverancia de su padre y la conversión de su madrastra, camina hacia la cruz.
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